Roca inmortal
de Bibiana Ricciardi
Algunas personas no toleran la incertidumbre, la espera tensa que
propone una trama intrincada. Estela era así. No podía soportar la duda,
ni siquiera la incógnita fundamental en la que se basa cualquier
ficción. No leía novelas sino ensayos. La única vez que vio una película
fue porque la crítica del diario aseguraba que estaba basada en un
hecho real. Había cumplido con la línea trazada sin sobresaltos, y se
había convertido en una científica útil, pero no indispensable.
Sin embargo, hasta la más pulida de las vidas tenía una arista: Elena
era andinista. La roca estaba allí inmutable desde mucho antes que
todos. No había nada más concreto. Cada año se tomaba vacaciones en el
mismo mes y accedía a una nueva cumbre que inmortalizaba en una foto. El
día que sucedió el desprendimiento rocoso no se alarmó. El final fue
tan previsible como lo había deseado.