En servicio
de Bibiana Ricciardi
Los domingos Somoza se
encontraba con sus ex compañeros. Comían un asado, jugaban al truco, bebían. La
nostalgia y el alcohol hacían lo suyo. Alguno de los ex policías se inspiraba y
contaba una anécdota tenebrosa de los tiempos de servicio. Cuanto más violenta
mejor. La adrenalina volvía a correr por esas articulaciones herrumbradas, y
cada cual regresaba algo reconfortado a la seguridad de su hogar.
Somoza tenía su
historia, pero no era de las que contaban los muchachos. La imagen de la joven
mujer de exuberantes pechos lo había acompañado todas las noches desde aquella
en que acudió al cementerio por un llamado por ruidos molestos. La viuda
bailaba sensual en el nicho de su marido, frente al cadáver embalsamado.
-- ¿Y qué pasó?
-- Nada, eso.
Los ancianos se miraron
entre sí y se dispersaron sin agregar palabra. Al domingo siguiente ya nadie
acudió a la cita.