Industria
editorial
de Bibiana Ricciardi
“Una novela más sobre
la dictadura. Bien por expandir las brechas de la más creativa originalidad,
querida Brizuela,” tuiteó desde su teléfono inteligente. La red de microbloging
tenía el problema de la repentización
del mensaje. El pulgar corría rápido, calmaba la bronca y encendía las
mejillas. Recién anunciaban el premio y no pudo contener la furia. El sistema lo
sacaba de sí. El mercado premiaba lo cómodo, y los imbéciles se arrellenaban en
el sillón de sus escritorios. Tan conveniente: mientras el mundo intelectual se
levantaba contra el freno que el establishment le había impuesto a los juicios a
la dictadura franquista, las editoriales distinguían a un tibio escritorcito
argentino, que volvía a abrevar en las transitadas aguas de la dictadura
argentina, convenientemente castigada por el establishment local. De manual. Sintió
nauseas por el premiado, por el gremio, y por sí mismo, que había vuelto a perder
un concurso literario.