Roca inmortal
de Bibiana Ricciardi
Algunas personas no toleran la
incertidumbre, la espera tensa que propone una trama intrincada. Estela era
así. No podía soportar la duda, ni siquiera la incógnita fundamental en la que
se basa cualquier ficción. No leía novelas sino ensayos. La única vez que vio
una película fue porque la crítica del diario aseguraba que estaba basada en un
hecho real. Había cumplido con la línea trazada sin sobresaltos, y se había
convertido en una científica útil, pero no indispensable.
Sin
embargo, hasta la más pulida de las vidas tenía una arista: Elena era andinista.
La roca estaba allí inmutable desde mucho antes que todos. No había nada más
concreto. Cada año se tomaba vacaciones en el mismo mes y accedía a una nueva
cumbre que inmortalizaba en una foto. El día que sucedió el desprendimiento
rocoso no se alarmó. El final fue tan previsible como lo había deseado.
Inspirado en: Página 12 (19/1/12) – Sociedad –
(“Morir en el Fitz Roy”)