viernes, 15 de julio de 2011

Cuatro fotos, cuatro vidas (un monólogo en el que aún trabajo)

Un estudio de televisión. Tres cámaras, un atril, una pantalla gigante detrás. Jamie entra al estudio agradeciendo los aplausos de la platea, lleva un número 1 colgando del cuello. Se desplaza con cierta dificultad; está desmejorada pero arreglada para la ocasión. Una de las cámaras toma su ingreso en plano corto. Cuando llega junto al atril nota su cara gigante en la pantalla de atrás.
Dos de  las cámaras giran hacia la platea y parecen estar tomando la platea a lo largo de todo el monólogo.

JAMIE: Mirándose en la pantalla mientras la cámara la sigue tomando de frente, de modo tal que ahora en la pantalla se ve su cabeza dada vuelta hacia atrás. Saluda con la mano hacia la pantalla pero la estamos viendo de atrás.
 ¡Hola chicas! ¡Hola!
Ríe entre nerviosa y emocionada.  El camarógrafo le hace señas de que mire a cámara. Ella nerviosa mira fijo a cámara casi sin parpadear. Su cara ahora en primer plano de frente es alternada en la pantalla de atrás por las caras de los asistentes al programa. 
Buenas noches.
¡No puedo creer estar acá! Nosotras siempre veíamos Cuatro fotos, cuatro vidas”… Las chicas me decían que mande carta. Pero se presenta tanta gente. Pero manden, porque te llaman. Es todo verdad.
Qué me iba a imaginar.
Era lo único que nos dejaban ver a la hora de la cena. Allá… allá, donde estaba, cuando estaba privada de mi Porque yo pero no quiero empezar por el final Primero, lo primero.
Saca un papel todo arrugado de su bolsillo y lee ceremoniosa.
Antes de comenzar quiero agradecer  a la cadena RQZ por haber seleccionado mi caso para participar, a la gente del equipo de producción que me ha tratado con tanta amabilidad, a mi psicóloga-couch asignada, que me ayudó a prepararme para la competencia, a mis médicos, a mis compañeras que me alentaron a mandar la carta, y a mi hermana Gladys que la  amo, pese a todo.
Detrás suyo la pantalla muestra las caras de los espectadores que presencian la charla en vivo. Hay planos generales cortados por primeros planos sobre  alguna de las caras de alguien que ríe, o se emociona, o muestra algún tipo de sobresalto. La intención es que se produzca la impresión de que esas reacciones se están produciendo en ése mismo momento en la sala.
Jamie mira hacia arriba mientras se persigna.
Me entrego a tu protección mamita.
Bueno, a empezar. Yo sé que todos dicen lo mismo  (Se ríe nerviosa) ¡Nunca pensé que yo también lo diría! Pero yo tampoco vine por el premio. Bueno, sí. Necesito la plata como todos. O más que todos. Pero a mí los mil dólares del premio no me alcanzan. Ojo, es un premio maravilloso, pero no me alcanza para.
Se lleva repentinamente la mano a la oreja y escucha una indicación que le están marcando a través del auricular.
 Me dicen en producción que tengo que mostrar mi primera foto porque no va a quedar tiempo para los demás.
La pantalla refleja ahora una foto en blanco y negro en la que se ven dos niñas con delantal blanco, bien peinadas, paradas en la puerta de una casilla precaria en un asentamiento. Jamie la mira y sonríe.
Somos mi hermana Gladys y yo. La más altita soy yo. Le llevo un año y once meses. Es el primer día de clases de primer grado de mi hermanita. Mi mamá nos peinaba así, pelo tirante, un rodete en cada oreja. Nos clavaba fuertes los clips para que no se escapara ni un mechón. Hay que ver que obsesión tenía. Parecía como si nos cosiera el rodete a la cabeza. Mi couch me recomendó que empiece con una foto linda. Bah, no linda la imagen si no lindo lo que muestra. Porque lo que tiene la foto es que lo que es, es para siempre. Yo la miro y siento el pinchazo del clip en la cabeza. Igual cada uno ve lo que ve. Porque yo porque estuve ahí... Pero ustedes capaz que la ven y ven dos nenas sonrientes. Porque lo que saltan son las sonrisas, los dientes blancos, grandes. Mi hermanita recién cambiaba las paletas de adelante. No es que fuéramos boconas, pasa que la boca resalta por el pelo recogido. Capaz que si no fuera por el peinado.... No importa. No me quiero marear. La cosa es que yo la miro y veo algo distinto. Siento, no veo. La hebilla hundiéndose en mi cabeza todos las mañanas....  Un dolor agradable.
Elegimos esta porque es de cuando estaba todo bien. Éramos felices. Teníamos una linda vida. Lastima que quedó ahí. Bah, lastima que no quedó ahí. Una vida común. Íbamos al colegio, mamá trabajaba limpiando casas. En invierno era difícil. Ella llegaba tarde a la noche. Yo le cocinaba a Gladys. No cocinar, de cocinar porque mamá no quería fuego en la casa cuando ella no estaba. Mezclaba fideos de la noche anterior, o hacia inventos. Me salía rico. Era como jugar a los experimentos. La cosa era comer frío cuando la panza estaba fría también. Se te mete un frío en el cuerpo que no lo tapan ni 10 frazadas. Cuando venía el calorcito era mejor: nos quedábamos jugando en la calle hasta que ella llegaba. Teníamos una tele de plasma que le había regalado la patrona a mamá porque decía que había pasado de moda, pero estaba linda, grande. Veíamos novelas toda la tarde. Nos arreglábamos bien las tres. Porque nosotras éramos solas las tres. En nuestra casa no hay no había hombres. Por lo menos no en ese sentido
Jamie se pone nerviosa. En la pantalla sale la foto y vuelven a entrar las imágenes que aparentan ser del público presente. Algunos se ven atentos, otro cabecea aburrido.
Tampoco digo que nosotras somos porque no somos. No es que todas las presas son lesbianas. Algunas. Muchas. No todas.
Vuelve a escuchar una orden por el auricular sonríe forzada. Se pone visiblemente nerviosa.
La siguiente foto, por favor. El tiempo pasa me dicen acá, me quedan tres minutos y medio.
La nueva foto es una doble foto de frente y tres cuartos perfil. Clásica foto de rueda de reconocimiento de presos.
Bueno, esta es la foto de después del hecho. Yo tenía 16, Gladys 14. Muchas de nuestras vecinas del barrio se prostituían. No es que eran. Pero se te mete el bicho de la droga y no podés parar. Nosotras no. Nosotras nunca. No es que fuéramos santas, pero putas no. El cuerpo no se entrega, decía mamá. Que es la casa del alma, y a Dios no le gusta que lo andemos regalando por plata. Y no es que no nos faltara. (Ríe) De todo nos faltaba. Las otras se iban detrás del puente y capaz que en cinco minutos juntaban como para zapatillas. Nosotras siempre zapatos viejos. La patrona de mamá calzaba como nosotras.
Por eso lo del hecho. Que nada justifica lo que hicimos. Horrible. Condenable. Pero yo para explicarles Venía el cumpleaños de quince de mi hermana y ella soñaba con comprarse un vestido. No era la fiesta. No. Para fiesta no había ni para soñar.
La cámara vuelve a mostrar las caras de los presentes en la pantalla. Siempre se ve a los dos camarógrafos haciendo como que panean entre el público. Ahora la imagen se detiene en la primera fila donde esperan los otros cuatros participantes. Identificados con números iguales a los de Jamie. Son el 2, el 3 y el 4. Observan a su contrincante con cierta preocupación.
Era el vestido. La cosa era tener el vestido. Ponerse un vestido largo, blanco. O rosa. A Gladys le gustaba rosa. Decía que blanco es para casarse. Mejor, así nos servia para el casamiento. Le iba a hacer unos bucles sobre los hombros. Todo el pelo suelto. Ella tiene unos rulos preciosos. Allá, en la prisión, tampoco nos dejaban el pelo suelto por el tema de los piojos. Pero para los quince yo le iba a peinar los rulos que iba a ser un espectáculo.  Ese era nuestro plan. Nuestro secreto. La vestía, la peinaba, sacábamos la foto, almorzábamos y lo escondíamos. Lo llega a ver mamá… Lo guardábamos para cuando tuviéramos una hija y cumpliera 15. Nosotras sí íbamos a tener plata para la fiesta. Teníamos todo pensado No tengo la foto porque no tuvimos vestido. La profe me dijo que podía poner la foto de un vestido cualquiera, pero yo prefiero venir con la verdad. Porque yo si gano acá (que igual no me importa si no me votan, porque yo lo que quiero es que se sepa lo mío) va a ser con la verdad. Porque la gente gasta plata con su voto y no hay que engañar. Y la verdad es que no hubo foto porque no pudimos. Terminamos presas las dos. Qué íbamos a saber. Se aprovecharon de nosotras. Nos hicieron la cama. Un muchacho que vivía a la vuelta, que fue compañero de mi hermana en el colegio se dedicaba a hacer ilícitos. Todos sabíamos pero nadie decía porque era buen pibe. Usaba arma y todo pero no mataba. Era sólo para asustar nomás. Nos prometió la mitad de lo que sacara si le pasábamos algún dato. Y nosotras no teníamos experiencia en delito... Sabíamos que el vecino volvía a la noche con la plata del taxi que le entregaba al otro día al patrón. Pero no va que el otro también estaba armado y lo agarró. Cazador cazado. Mucho no duró.  Arregló con la policía. Bah, arregló; nos delato, nos entregó. Que éramos los cerebros de la banda. Que va a hacer.
Perpetua.
Baja la cabeza. Toma aire. La confesión la ha cansado mucho. Se toma del atril. Le dicen algo por los auriculares, escucha atenta con su mano en la oreja.
Sigo con la tercera. (Mirando hacia algún punto indefinido del aire se dirige a la producción) Acá me voy a detener un poco más porque tengo que decir unas cuantas cosas.
Una de las cámaras  muestra la reacción en primera fila de los contrincantes 2, 3 y 4. En la pantalla se ve el primer plano del número tres que se muestra molesto.
Cumplí 32 años el último julio.
La pantalla muestra ahora la foto de Jamie soplando las velitas número 32 en su torta de cumpleaños. Detrás, las compañeras de prisión celebran con ella. El festejo se contradice con el espacio gris de la celda.
Estábamos felices. Parece mentira, ¿No? Cuando entras pensás que no vas a sonreír nunca más. Mis compañeras también se ven contentas.  Supongo, yo digo "se ven" porque no sé. Quien sabe. Uno mismo, y a veces ni eso. Porque la foto muestra felicidad. Bah, yo veo felicidad. O la veo porque la recuerdo. La torta era de chocolinas de chocolate. Maria era repostera. Aprendió adentro. Y cuando quería hacia unas tortas... Yo creo que con solo comerla uno se sentía feliz por un rato.. Claro que cada uno sabe.
Por ejemplo mi hermana, no sé.  La que está al lado mío, la de rosa es Gladys, mi hermana. Ahora le veo. Será que no la había visto así tan grande. Pero ahí tiene las cejitas juntitas. Ella se las depila finitas, finitas, para resaltar los ojos. Yo la conozco cuando se le ríe toda la cara. Todavía se le salen las paletas de acá adelante como cuando era chiquita. Digo para mí. Porque capaz que es como con las hebillitas. Ustedes ven felicidad y yo pinchazo. Ojo, no es que yo sea negativa, ¿eh? Con todo lo mío no soy un cascabel, pero tampoco soy una persona que ve todo mal. Sólo que acá a mi hermana se le nota. Todos festejamos la buena noticia. Ella no se ve tan contenta. Yo estoy jugada. Adentro o afuera. Para mí es lo mismo. ¿Qué cambia? Yo  sigo privada de mi libertad. Mi cuerpo sigue atado a la máquina. Pero ella puede hasta morir. El precio de su libertad puede ser su vida. Hay que pensar en lo que decía mamita también. Nunca el cuerpo. Capaz que la donación sea también prostitución. Digo, entregas un pedazo de tu cuerpo a cambio de libertad. Y nosotros no somos dueños de nuestro cuerpo... Es un don divino. Dios nos los presta para mientras estamos en la tierra. Pero cuando morimos tenemos que devolverlo. Glayds me dijo. Tiene miedo que cuando llegue a las puertas del cielo Dios le reclame por el pedazo que le falta. Hay que ver que tiene razón. Por eso yo la entiendo. No se la puede obligar. El juez le dijo que debía mostrar su amor y sacrificarse por su hermana, o sea por mi.  No es así. Por eso yo vine a exponer mi caso. Ademas quien le pidió al juez. Por que nosotras estábamos bien. Tranquilas. Pensábamos que la vida era eso y ya. Claro que cuando... Porque la tentación es algo difícil. Ella no me engaño. O si, pero también se engaño a si misma.  Porque ella quiso que si, pero no pudo. Y por eso no merece la prisión. Bah, por eso no. Por lo otro si, que por algo nos dieron perpetua. Por eso yo digo que tenemos que volver las dos. 
Vuelvo a la foto. Perdón. No me tengo que adelantar. En esta foto se ve el no. Se le nota. Parece como si la hubieran tomado justo en el momento de la decisión.  Las demás felices. Yo misma. Me habían dejado comer torta. Porque yo derivado de lo mío tengo diabetes. No puedo comer cualquier cosa. Bah, no puedo comer casi nada.  Y si fuera sólo porque no puedo comer
Se conmueve. La cámara panea hacia el público y muestra en primeros planos la empatía que esto produce en el público.
Ustedes conocen mi enfermedad, ya se explicó bien en el informe. Los médicos la explican mejor que yo. Ellos saben los detalles pero yo conozco las miserias. Es una enfermedad miserable. Sucia. Vergonzosa. Porque es de los desechos. El cuerpo produce basura toda el tiempo. Somos una maquina de producir asquerosidades viscosas que desechamos con bastante inconsciencia, sin que nos importe nada.  El problema es cuando la basura se te queda adentro porque no podes sacarla. Necesitas una maquina que te ayude a limpiarte. El cuerpo se degrada poco a poco. Se consume. Yo me consumo. Somos basura. No quiero blasfemar pero el espíritu se corrompe cuando el cuerpo se degrada. Somos nuestro cuerpo. La casa de Dios decía mi mama. El mío no.  Yo por mi se lo devuelvo. Y bien sucio que se lo voy a dar, pero no va a ser mi culpa. Yo no hice nada para tener esto. (Se señala a sí misma) Pueden creerme la foto de la vida se ve totalmente distinta cuando uno no tiene riñón.
La fístula se transforma en una obsesión.
Levanta el brazo y se arremanga. La cámara hace un plano detalle sobre el brazo que se proyecta en la pantalla gigante. Jamie gira para mirar con orgullo su fístula.
Casi no se ve. El trabajo que me lleva. Yo la cuido mucho. Tiene tres años. He visto algunas de un año como mucho que hasta huelen mal. La mía, no. Mi fístula es mi riñón. La curo tres veces por día. En la celda tenía todo para mis curaciones. Esta pulsera amarilla (la muestra) sirve para que todos sepan que este es mi brazo delicado. Sin este brazo no me puedo limpiar, no me puedo conectar a la maquina. Tengo la última foto que muestra cómo es, porque el que no lo vio nunca no se imagina.
En la pantalla se ve a Jamie en el sillón de diálisis entubada. El brazo de la fístula sujeto a la máquina y el otro esposado al sillón. Jamie dada vuelta mira la foto y vuelve a mirar al público sonriendo.
Por eso la pulsera amarilla. Para que nadie se confunda de brazo este (levanta el de la fístula) para la máquina, este (levanta el otro) para las esposas. Tres veces por semana me trasladaban, y siempre agarrada. Como si me fuera a ir. Se van las otras. Yo a dónde. Si yo soy la máquina. Sin la máquina. Porque cuando estábamos adentro teníamos todo cubierto. Pero ahora Quien me iba a decir. La vida. Tanto esposarme a la maquina, y ahora que quiero volver a entrar no me dejan. Parece que mi tratamiento es muy caro.
Porque yo no vengo acá para cambiarme la cara porque no me gusta la nariz.
Una de las cámaras vuelve a panear hacia la primera fila. En la pantalla se ve la cara de los participantes. El número tres ahora se ve realmente molesto.
Jamie escucha un comentario que le dicen a través de los auriculares.
Me dicen que no está permitido hablar mal de los objetivos de los otros. Yo no quise De hecho ni sé cuáles son los objetivos de mis contrincantes de esta noche.
Igual es el público el decide.
Yo lo digo por lo que he visto en otros programas.  Cada uno carga con su cruz, y yo no soy quién para decir cuál es la más pesada. Quién puede saberlo. Yo creía que no había nada peor que estar presa. Privada de mi libertad para toda la vida. Los primeros meses soñás que corrés, o que volás, o que nadás. A todos les pasa lo mismo. Yo saltaba. Toda la noche soñando que saltaba tan alto que atravesaba una nube.
Ahora ni saltar. Hace tres meses que estoy libre y apenas si puedo caminar. Yo no puedo estar libre. Vine hasta acá para que las autoridades me ayuden. Que me lleven a la prisión, que es mi casa. Que me lleven con las chicas, con mis elementos para las curaciones, la maquina cerca. Gladys me dice que no merecemos ir a la cárcel toda la vida por dos mangos. Qué vamos a merecer. Perpetua por cuarenta y siete pesos. Lo que se burlaban las chicas. Yo decía Dios sabe lo que hace. Si nos mandó a la cárcel por algo debe ser. Y era nomás. Porque si me llega a agarrar la insuficiencia en el barrio no sé de dónde sacamos la plata. El tratamiento es caro. Si no lo puede pagar el estado vamos a poder nosotras.
Paneo por las caras de los espectadores.
Por eso yo decía que no quiero el premio. Bueno, si lo gano mejor. Se lo doy a Gladys para que vea que no hay rencor. Que va a haber. Si yo no le pedí un pedazo de riñón. No cuide tanto a mi hermanita para después sacarle un pedazo. Fue idea del juez. Para ahorrarle la plata al estado. Recorte de presupuesto. Parece que lo votaron en la cámara. A mi no me alcanza con mil dólares. Yo quiero volver a la cárcel. Que me levanten el perdón.
En la pantalla se ven las caras de sorpresa de los espectadores.
Que me devuelvan lo mío. Si me encerraron para siempre no tienen por qué largarme. Un juez dijo que era culpable, que me haga pagar mi culpa. No importa si robé cuarenta y siete o un millón. Robé. Robamos. Las dos robamos. Así que, que no venga con que no quiere volver. Gladys dice que yo la quiero llevar de nuevo adentro por venganza. No es asi. Si yo no le pido nada. Yo solo quiero volver. Y si vuelvo parece que tenemos que volver las dos. Porque las dos prometimos el trasplante a cambio de la libertad. Las cosas como son. Sin donación no hay libertad. La vida esta llena de sacrificios. Nadie te regala nada. Ella no entiende. Es muy caprichosa.
Siempre fue una chica alegre. Llena de vida.
Muy mentirosa. Ella lo único que quería era salir. Y salió. Le mintió al juez y salió. Salimos. Salió ella, mejor dicho. Porque yo no tengo salida. Sigo presa de la máquina. Y ahora encima no tengo cómo pagar el tratamiento. Mi abogado dice que el juez nos ofreció la libertad para ahorrarle al estado el gasto de la diálisis. Puede ser. Es mucha plata. Y después de todo es mi cuerpo. Y ustedes dirán por qué los demás deberían pagar con sus impuestos mi tratamiento. Bueno, esa es la ventaja de estar preso. Le pagás a la sociedad por tu error, pero a cambio no te preocupás ni por el seguro social, ni por la comida, ni por la educación. De alguna manera es cómodo. Gladys dice que estoy loca. Que no se puede entregar el alma para que te cuiden el cuerpo.  Yo tengo el alma en una fístula. Que me importa a mí lo que hagan con mi cuerpo mientras le permitan a mi fístula conectarse. Cuando el juez nos ofreció la amnistía a cambio del trasplante

VOZ DE LOCUTOR: (En off) Tiempo cumplido, Jamie. Gracias por tu participación.

JAMIE: Pero falta que explique mas. Yo no quiero que Gladys sufra, pero tampoco quiero morir. Tenemos que volver a la carcel. Alguien tiene que entenderlo. No nos pueden obligar a estar libres...

Jamie desesperada mira a su alrededor como buscando el origen de la voz.
La cámara muestra las expresiones contrariadas de los otros competidores.

VOZ DE LOCUTOR: (En off) Tu participación ha concluido, Jamie. Cada segundo extra que permanezcas en el atril se te descontará de tu alegato final.

JAMIE: No quiero volver a robar. No me obliguen a delinquir...

VOZ DE LOCUTOR: (En off) Insisto, Jamie. Has jugado muy bien. Seria una lastima sancionarte por incumplimiento.

Jamie se retira cabizbaja. El público aplaude primero con timidez y luego con más fuerza. Ella agradece con un gesto y baja con dificultad las escaleras hacia la primera fila de la platea. La cámara muestra en la pantalla cómo el participante 2 se levanta apresurado. La cámara se queda con el participante 2 que se acomoda frente al atril.